La visita

– ¿Martín?
– Si yo mismo hermano, vine a buscarte, necesitamos un abridor para hoy.
– ¡Pero y eso! Mira que yo nunca fui elegido  en el Salón de los Inmortales… Vaya no se que decirte…
– ¡Ehhh y eso! Tú sabes cómo son esa gente aquí… A veces solo priman los gustos personales o quien cae bien… pero “allá” están locos por verte. Hasta Pete que llegó el otro día dice que está loco por enfrentarte de nuevo… Mira él mismo; tampoco está en el salón, por las causas que sean pero ya le teníamos listo su uniforme. ¡Igual que a ti!
– ¡Contra Pete! Sabes, sólo nos enfrentamos en la Serie Mundial del 75 y aunque me dió 3 hit, a quien no se los daba, lo dominé ¡8 veces! y ni una carrera me impulsó. ¡Qué clase de Serie contra la Maquinaria Roja! De los tres que ganamos, dos victorias fueron mías y en el sexto juego, se salvaron que me cogieron cansando porque se los iba ganando también… ¡Si me hubieran dado las fuerzas! ¡Íbamos a romper la maldición del Bambino Ruth!
– Y ese también está loco por conocerte, dice que por suerte vas a pitchear para su equipo… ¿Bueno te decides o hay miedo?
– ¿Miedo? ¿Crees que después de 19 años en Las Mayores, con 229 victorias y 2416 ponches a  puro coraje voy a tener miedo? ¡Vamos que para luego es tarde!

Martín Dihigo pasó su brazo sobre Luis Tiant y entre cuentos que solo entenderían los cubanos, lo acompañó en el camino a la eternidad.

Colección de postales del escritor Joao Fariñas