La Liga Élite del béisbol cubano, lejos de ser una celebración de talento y dedicación, se ha convertido en el escenario de una crisis que amenaza con minar la esencia de este deporte nacional. Las condiciones en las que los jugadores compiten no solo son indignas, sino que representan una traición al esfuerzo y sacrificio que ellos invierten para representar a sus equipos y provincias.
Los problemas son alarmantes: los salarios siguen siendo insuficientes, con los jugadores recibiendo los mismos 3500 pesos habituales, a pesar de promesas de un aumento. Más preocupante aún es la alimentación que se les ofrece, lo que debería ser una fuente de energía se ha convertido en motivo de vergüenza. En el caso del equipo Granma, hospedado en el hotel Sierra Maestra, su comida consiste en arroz amarillo, boniato y un perro caliente. Estas condiciones no cumplen con las necesidades básicas de atletas que deben rendir físicamente, y mucho menos con la dignidad que se les debe como representantes del béisbol cubano.
Es inaceptable que los jugadores sean sometidos a una alimentación tan precaria y se les pida competir bajo el implacable sol de las dos de la tarde. En estas circunstancias, el rendimiento deportivo y la salud de los atletas están en riesgo, convirtiendo el desmayo en el terreno en una posibilidad real y preocupante.
El abandono del béisbol no es solo un tema de falta de recursos, es un síntoma de una indiferencia institucional hacia un deporte que debería ser orgullo nacional. Si no se implementan cambios urgentes en el salario, la alimentación y las condiciones generales de los jugadores, el béisbol cubano corre el riesgo de perder su prestigio y el respeto que durante décadas lo ha acompañado.
Es hora de que las autoridades deportivas y gubernamentales tomen medidas concretas para garantizar que los jugadores, verdaderos pilares del deporte, reciban el trato digno que merecen. La pasión por el béisbol cubano merece algo mucho mejor que esto.